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martes, 1 de abril de 2014

LOPE DE VEGA Y LA CREACIÓN DEL TEATRO NACIONAL.



 

 

En un siglo en que Inglaterra crea el teatro isabelino y Francia la Comèdie Nationale, España crea también su teatro nacional del siglo de Oro. Y si los nombres de Shakespeare y Molière se hacen universales, también  Félix Lope de Vega es llamado con justicia “Fénix de los ingenios” y creador del teatro español moderno.

El teatro medieval nace en las Iglesias, como representaciones litúrgicas o paralitúrgicas. Lope de Rueda lo seculariza y hace de él una diversión popular. Se crean los “corrales” y las compañías teatrales como nos cuenta Agustín e Rojas en su “Viaje entretenido” .Los colegios de jesuitas utilizan el teatro como medio educador, imitando a los clásicos. Y con Lope de Vega se establecen sus bases y estalla su éxito como diversión y educación de todas las clases sociales.

De Molière se conservan unas 15 comedias y ballets. De Shakespeare 32 entre comedias y tragedias. De Lope se conservan más de  400 obras teatrales, además de sus poesías, novelas y  poemas épicos. ¡Y las que se habrán perdido!, pues el autor pierde sus derechos al vender su obra al director de una compañía, y con frecuencia sólo queda el original manuscrito. Muchas obras probablemente ni siquiera llegarían a la imprenta. Por esto, y por su agitada vida, fue llamado Lope monstruo de la naturaleza. Su facilidad para la versificación y la composición, su imaginación portentosa, su oficio de escritor hacen de él un verdadero prodigio. Ya dijo él de sí mismo que con frecuencia sus comedias “en horas veinticuatro/ pasaron de las musas al teatro”.

Nacido en Madrid en el último tercio del siglo XVI, en 1562, Lope de Vega vivió una vida familiar y amorosa agitada .Estudió con los jesuitas. Expulsado de Madrid por haber seducido a Elena Osorio, hija de un empresario teatral, escribió en su madurez La Dorotea recordando estos amores. Rapta a Isabel de Urbina y se la lleva a  Valencia. La abandona para embarcarse en aventuras militares. Vuelve a Madrid y se casa con Juana de Guardo, mientras tiene un amorío con la actriz Micaela de Luján. Se ordena sacerdote y convive con Marta de Nevares, a la que cuida con devoción en  su enfermedad. De estos amores tiene varios hijos que viven con él en su casa madrileña. De ellos, Marcela se hace monja, y otra huye con un amante; muere niño su pequeño Carlos Félix. Entretanto, él sirve al Duque de Sessa, su protector, y escribe, escribe su ingente obra que le da una inmensa fama. Cualquier obra de Lope es reputada buena. Su muerte  en 1635 es sentida de manera extraordinaria por el pueblo de Madrid.

Para conocer el pensamiento de Lope de Vega acerca del teatro es imprescindible acercarse a su escrito doctrinal “Arte Nuevo de hacer comedias”. Hay que advertir que “comedia” es la forma de llamar a cualquier obra teatral, tragedia, drama o comedia. El Arte Nuevo  fue escrito en un día para ser leído por el  autor ante los intelectuales que se reunían en la Academia de Madrid en 1609. Está formado por  389  endecasílabos blancos (sin rima), con la excepción de algunos pareados. En esta curiosa forma escribió Lope de Vega la justificación de su teatro. Él escribe para la gente, ya que “pues las paga el vulgo, es justo/ hablarle en necio para darle gusto “.

Tras la captatio benevolentiae, Lope hace una demostración de erudición. Él no ignora las normas de Aristóteles, pero no las cumple porque no quiere. Mezcla lo trágico y lo cómico, porque “ejemplo nos da naturaleza, que por tal variedad tiene belleza”. Divide la comedia en tres actos, y procura que el desenlace sea tardío y sorprendente. Hay que mantener el interés hasta el fin para eludir la cólera del español sentado. Hace un planteamiento, desarrollo y conclusión. Trata temas múltiples, pero los  que prefiere la gente son los  de amor y honor.

Procura adecuar el lenguaje a cada carácter (decoro). Utiliza la métrica de una forma pensada (las décimas para quejas, el soneto para los que aguardan, las relaciones piden los romances…etc.).Procura que los tiempos transcurran entre los actos, y que no haya más de dos acciones. Quiere buenos actores y apropiados escenarios y vestuarios .Gusta mucho la mujer vestida de varón. Conviene engañar con la verdad y picar sin odio. En fin, toda una teoría  teatral expuesta con la sencilla autoridad que le da su éxito.

El teatro se va a convertir en el gran educador del pueblo, así como su principal diversión. Existen también los teatros cortesanos, como el del Buen Retiro incluso las grandes representaciones al aire libre, como la famosa naumaquia del Retiro, o la representación de “La gloria de Niquea” del Propio Lope en Aranjuez.. Sin embargo, los nobles y el mismo Rey acuden a los corrales. Los principales estaban en Madrid, Sevilla, Alcalá de Henares, Valladolid, Zaragoza, Valencia y Barcelona. En Madrid estaban el Corral del Príncipe o de la Pacheca y el de la Cruz. Se trataba de patios de vecindad  adaptados para la representación con un escenario y puertas y  balcón corrido para la representación. El público asiste de pie, aunque también  hay bancos y taburetes en torno al escenario. Las mujeres  abarrotan la cazuela, los clérigos e intelectuales la tertulia, y los nobles y gente acomodada alquila los balcones. La representación se hace con luz de día, e incluye loa, entremeses y jácaras. Tiene un indudable parecido con los teatros ingleses que nos describe Shakespeare (la O de madera…). Sus ganancias se dedican a los Hospitales.

Resulta difícil clasificar la ingente obra de Lope de Vega. Generalmente se ha hecho la clasificación por temas: comedias religiosas, como La hermosa Esther, o La buena guarda mitológicas, como El laberinto de Creta vidas de santos, como la de San Isidro Labrador. Autos sacramentales, como El hijo pródigo…etc. Ente sus tragedias destaca “El castigo sin venganza”, con un tema de incesto. Entre sus dramas “El caballero de Olmedo” basado en un asesinato que sucedió efectivamente y que dio lugar a un cantar popular “Que de noche le mataron /al caballero/la gala de Medina/ la flor de Olmedo”. Fiel a su sentido teatral, Lope introduce el elemento amoroso y la presencia celestinesca.

La mayor parte de sus obras pueden clasificarse como “de capa y espada”. Son historias de amor y de honor ciudadanas, como “La dama boba” o “El perro del hortelano”,”La moza del cántaro”, “La villana de Vallecas “El acero de Madrid”, etc.

Pero quizá las que le han dado mayor fama son las que se refieren al honor, concretamente el honor de los villanos, atropellado por un noble y restaurado por el Rey. Éste aparece así como el gran defensor del pueblo frente a los abusos de la aristocracia. A este tipo pertenecen “Peribáñez y el Comendador de Ocaña” “Fuenteovejuna “El villano en su rincón” y “El mejor alcalde, el Rey”. Me detendré un momento en la primera de estas obras, “Per Ibáñez…”. Ya el nombre nos indica que se trata de un villano, en este caso un labrador rico, dueño de tierras en Ocaña, con buena casa de labor y criados. La obra comienza con la alegre boda de Peribáñez y Casilda. Todo el pueblo se ha reunido, cantan y bailan y los desposados se dirigen el uno a los otros rústicos elogios enamorados.

El comendador de Ocaña irrumpe en la fiesta herido de asta de toro. Casilda lo atiende, y el Comendador la desea. Ante su rechazo, El Comendador arbitra enviar a Peribáñez al frente de un grupo de hombres a la defensa de Ciudad Real. Esa noche, intenta disfrazado seducir a Casilda que le responde “más quiero yo a Períbañez/ con su capa a la pardilla/ que al Comendador de Ocaña/ con la suya guarnecida”.En fin, vuelve Per Ibáñez y mata al Comendador. Acuden marido y mujer ante el Rey, y oída su historia, ésta da por bien aplicada la muerte, pues también los villanos tienen honor que defender.

Lope de Vega es gran creador de tipos, no muy individualizados: la dama, el galán, el viejo, el gracioso…Pocos personajes destacan de manera individual; más bien responden a tipologías: el noble arbitrario, el labrador honrado, la dama ingeniosa y enamorada, etc. Sin embargo, la gran  habilidad creadora de Lope de Vega sabe desacartonar a los personajes, darles verdad y profunda humanidad. Especial interés tiene su figura del gracioso, verdadera contrafigura del galán, amigo y consejero de éste, al que ayuda con  picardía e ingenio.

Especialmente destacable es su naturalidad en el lenguaje, su facilidad versificadora, nunca ripiosa, siempre sencilla y elegante. Utiliza con frecuencia la lírica popular, a la que sabe dar gran naturalidad: (Naranjitas me tira la niña/ en Valencia por la Navidad…) (En las mañanitas/ del mes de Mayo/ cantan los ruiseñores/ retumba el campo).

También es notable en Lope su capacidad para ir creando la obra a partir de un sencillo núcleo, desarrollándola con veracidad y coherencia, manteniendo la intriga hasta el final, e introduciendo golpes de efecto.

La influencia de Lope de Vega ha sido inmensa en el teatro español. Tuvo muchos continuadores de lo que se podría llamar su escuela: Ruiz de Alarcón, de origen mexicano, autor de obras algo más rígidas, como “La verdad sospechosa”; Guillén de Castro” El vergonzoso en palacio “Las mocedades del Cid”; Mira de Amezcua y su “El esclavo del demonio”; Vélez de Guevara y su “Reinar después de morir” y muchos más, incluyendo al gran Cervantes (fracasado en el teatro  en los mismos años del triunfo de Lope) Tirso de Molina e incluso a Calderón de la Barca, el cual con su gran personalidad va a iniciar una nueva etapa más ideológica y barroca en el teatro español.

 

 

domingo, 23 de febrero de 2014

LA LÍRICA EN EL BARROCO :GÓNGORA, QUEVEDO Y LOPE DE VEGA


 


La lírica renacentista creó, a partir de Garcilaso de la Vega, unos moldes líricos de gran belleza y extraordinaria difusión. Los metros italianos- el endecasílabo- y las estrofas- soneto, lira, estancia, octava real, silva…- se  adaptaron perfectamente a nuestra lengua. Y los modos clásicos- la oda, la epístola, la égloga…- dieron frutos de gran valor. Los tópicos amorosos petrarquistas fueron repetidos hasta la saciedad; la mitología, el carpe diem, el locus amoenus y tantos otros lugares comunes fueron usados por cualquiera que creyera tener “sus puntas y collar” de poeta.

Pero el siglo XVII nos plantea un mundo nuevo. O mejor dicho, un mundo envejecido y desengañado, un mundo en el que todo suena a visto, que necesita formas nuevas, y se burla de los tópicos y renueva y retuerce el lenguaje de forma desconcertante: es el barroco.

 Quizá nunca la lengua castellana ha sido   enriquecida como lo fue por los poetas barrocos, sin olvidar a los que escribieron en la América española, como Sor Juana Inés de la Cruz.

Se suele hablar de dos corrientes fundamentales: la conceptista y la culterana, cuyas cabezas serían Quevedo y Góngora respectivamente. Lope de Vega será despreciado por Góngora por no entrar en este juego .Ironizando  con su apellido dirá que su poesía  es siempre vega, y como vega, llana. A su vez Lope se burlará del intrincado lenguaje gongorino: no hay donde nocturnar palestra armada. / No entiendo lo que dice la criada…

Cualquiera de estos tres autores  supone una cumbre creativa genial, cuanto más los tres coincidentes en el tiempo. Añadamos a esto que en Lope de Vega la poesía es sólo una pequeña parte de  su inmensa obra, constituida en su mayor parte por obras de teatro y alguna extraña novela dialogada como “La Dorotea” o las “Novelas a Marcia Leonarda”.Y que en el caso de Francisco de Quevedo su obra como prosista es de una extraordinaria  importancia, tanto en la novela (El Buscón ) como en su prosa moral (Los Sueños y tantos más).

Sin embargo, no quiero dejar de citar a algunos otros poetas contemporáneos, algo oscurecidos por la importancia de los tres ante citados. Entre ellos, los hermanos Bartolomé y Lupercio  Argensola, aragoneses de Barbastro, que escribieron juntos una interesante poesía de carácter moral. ¿Quién no recuerda el último terceto del famoso soneto acerca de las apariencias femeninas?

Pues ese cielo azul que todos vemos

Ni es cielo, ni es azul, ¡lástima grande

Que no sea verdad tanta belleza!

En Andalucía hubo una interesante “escuela barroca”, de la que podemos destacar a Rodrigo Caro, cuya fama deriva de su famosa “Canción a las ruinas de Itálica”, la ciudad romana cercana a Sevilla:

Estos, Fabio, ¡ay dolor! Que ves ahora

Campos de soledad, mustio collado

Fueron un tiempo Itálica famosa…

Con la consiguiente reflexión moral acerca de la brevedad de la vida y de la gloria.,

También andaluz fue Andrés Fernández de Andrada, erudito sevillano, del que se recuerda sobre todo su Epístola moral a Fabio:

Fabio, las esperanzas cortesanas

Prisiones son do el ambicioso muere

Y donde al más astuto nacen canas.

Y el que no las limare y las rompiere

Ni el nombre de varón ha merecido

Ni subir al honor que pretendiere…

Pero es ya tiempo de fijarnos en los tres grandes liricos barrocos. Me referiré en primer lugar al cordobés Don Luis de Góngora y Argote, hombre de vastísima cultura, genio irascible y gran ambición. Fue hombre de Iglesia, y en representación de la Catedral Cordobesa acudió a numerosos pleitos. Acabó viviendo y muriendo en Madrid. Tuvo defensores acérrimos y enemigos implacables. Velázquez nos dejó de él un retrato, reflejo de su dura personalidad. Quevedo caricaturizó su nariz  aguileña (Érase un hombre a una nariz pegado)…y aún cosas más terribles dijo de él, incluso a su muerte, que suele acabar con los pleitos:

Fuese con Satanás, culto y pelado

¡Mirad si Satanás es desgraciado!

Góngora representa la cumbre del culteranismo barroco, es decir, de la complicación formal que trata de “eludir el nombre cotidiano de las cosas”, llevando al lenguaje a una tensión casi insoportable, con una retórica eminentemente sensorial y acústica, llena de recursos fónicos (aliteración, paranomasia), morfosintácticos (hipérbaton, hipérbole, paralelismos, zeugmas…) y semánticos (dilogías, antítesis, metáforas, etc., etc.). Todo ello entremezclado con los tópicos renacentistas, la mitología y la alusión a elementos de sofisticación y elitismo: mármoles, jaspes, marfiles, púrpuras, terciopelos, joyas, etc., etc. Toda esta belleza y complejidad está puesta al servicio de unos pocos temas literarios: el amor, la soledad, la belleza…

Sin embargo no podemos olvidar que junto al llamado “príncipe de las tinieblas” que concibe la poesía como un reto a la inteligencia y a la cultura del lector, coexiste un “príncipe de la luz”, el autor de romances populares como el infantil :”Hermana Marica/mañana que es fiesta,/ no irás tú a la amiga/ ni iré yo a la escuela…”; romances moriscos “Amarrado al duro banco/ de una galera turquesca…”; de villancicos populares “¡Que se nos va la fiesta , mozas/ que se nos va la fiesta!” y religiosos :”Caído se le ha un clavel/ hoy a la Aurora del seno/¡Qué orgulloso que está el heno/ porque ha caído sobre él!”.

También es autor Góngora de poemas burlescos y satíricos dirigidos a los blancos habituales de la época: viejos, alcahuetas, prostitutas, médicos…Así como de diatribas contra el Amor:

¡Déjame en paz, Amor tirano

Déjame en paz!

Sin embargo, su fama imperecedera, la que  le hizo ser rechazado en el siglo XVIII y ser imitado por la Generación del 27 está constituida por sus dos poemas mayores, cumbres de la lírica barroca. Se trata de la Fábula de Polifemo y Galatea  y las inconclusas Soledades.

En la Fábula sigue el esquema argumental de las Metamorfosis de Ovidio. Polifemo, el gigante pastor de la isla de Sicilia, está enamorado de la ninfa Galatea, hija de Doris, diosa del mar. El cíclope le ofrece cuanto tiene, pues es rico en posesiones. Pero la ninfa huye de su horrible presencia. En su huida ve al joven Acis dormido junto a la fuente y se enamora de él. Es correspondida, y con su amado recorre la isla sorda a los gritos de Polifemo. Descubiertos por el gigante, huyen los amantes hacia el mar, pero el cíclope les alcanza con una enorme roca que los aplasta. De la roca surge un riachuelo que desemboca en la playa.

Esta conocida historia mitológica se convierte en manos de Góngora en un prodigio de sensorialidad e intelectualidad. Compuesta por 40 octavas reales, desde el principio advertimos la extrema dificultad:

Donde espumoso el mar sicilïano

El pie argenta de plata al Lilibeo

Bóveda de las fraguas de Vulcano

O tumba de los huesos de Tifeo,

Pálidas señas cenizoso un llano

Cuando no del sacrílego deseo

Del duro oficio da. Allí una alta roca

Mordaza es a una gruta de su boca.

El extraordinario trabajo de Dámaso Alonso es la llave que nos permite acceder a la interpretación correcta del poema en toda su extensión y detalles. Nos está hablando de la isla de Sicilia, del volcán Etna, chimenea de las fraguas del dios del fuego, o quizás posible acceso a la tumba del terrible gigante Tifeo, castigado por querer igualarse a los dioses. Allí, en un llano cubierto de cenizas, se encuentra la cueva de Polifemo.

A continuación nos describe la brutalidad del gigante, la extremada delicadeza de la ninfa

Igual en pompa al pájaro que grave,

Tan dulce muere y en las aguas mora…

La ardorosa pasión del cíclope, el brusco enamoramiento de los jóvenes, la huida y la muerte seguida de la metamorfosis, debajo de la piedra que

 Urna es mucha, pirámide no poca.

Todo el poema es un homenaje a la belleza, casi fuera de este mundo. Es el arte por el arte.

Algo similar podemos decir de Las Soledades. El argumento es mínimo: un hombre joven de nombre desconocido es arrojado a la playa por la tempestad. No sabemos  de dónde viene ni adónde va. Allí unos pescadores le acogen y le llevan consigo a participar de una fiesta de bodas campesina. Después ve una partida de caza en la que unos altos señores cazan con neblíes y azores. El poema queda inconcluso. Parece que iba a recorrer las edades del hombre –juventud, madurez…-.Es difícil saberlo. El poema carece de medida y rima. Pero su belleza esplendorosa y su oscuridad incita a los sentidos y reta a la inteligencia.

Era del año la estación gloriosa,

En que el mentido robador de Europa

Media luna los arcos de su frente

Y al sol todos los rayos de su pelo…

Es decir: era el inicio de la primavera, cuando el sol pasa de Tauro al solsticio de primavera…

Pasemos ahora a hablar brevemente te Quevedo como poeta. Don Francisco de Quevedo y Villegas, nacido en Madrid de familia hidalga; político, escritor, cojo y espadachín, miope y la mejor pluma de España. Crítico, misógino y amante, secretario del Virrey de Nápoles, curtido en las intrigas cortesanas, por lo que pagó el alto precio de su salud en su encerramiento en San Marcos de León, de donde salió enfermo y sin haber sido juzgado. Toda su vida la pasó,  litigando para conseguir los tributos de la Torre de Juan Abad, su señorío, desde donde escribió aquél maravilloso soneto que le retrata entero:

Retirado en la paz de estos desiertos

Con tantos y tan doctos libros juntos

Vivo en conversación con los difuntos

Y escucho con mis ojos a los muertos.

Se dice que el motivo que le llevó a la prisión fue la represalia real por el poema anónimo que el Rey encontró en su mesa y que sólo a él podía atribuírsele:

No he de callar, por más que con la mano

Tocando ora la boca, ora la frente,

Silencio avises o amenaces miedo…

¿No ha de haber un espíritu valiente?

¿Siempre se ha de pensar lo que se dice?

¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Así fue Quevedo, un espíritu crítico, libre, valiente, y el máximo representante del conceptismo; lo suyo son las figuras de pensamiento, las dilogías, las polisemias, los juegos de palabras, las metáforas inauditas, osadas comparaciones, sinécdoques y metonimias, zeugmas y calambures. Lo suyo es jugar con el concepto, retorcer el idioma, obligar a los más audaces juegos conceptuales, siempre al servicio de su pensamiento moralista y mordaz.

Vivió como nadie la pasión política, y también la decepción, la sensación de decadencia de la patria: Miré los muros de la patria mía/ si un tiempo fuertes, ya desmoronados/ de la carrera de la edad cansados/ por quien caduca ya su valentía.

Pero sus mejores logros se encuentran en su poesía moral, centrada en la idea del paso del tiempo, del vivir muriendo, del sinsentido de la pasión ante la certeza de la muerte.

Soy un fue, y un será, y un es cansado…

Nos hablará de “las horas que mordiendo van mis días”, que “cavan en mi vivir mi monumento,” y que le hacen exclamar con desesperación:

¡Ah de la vida! Nadie me responde…

Toda la poesía moral de Quevedo está  impregnada de estoicismo cristiano (que le impide llegar a la total desesperación) y desengaño.

Resulta por eso impresionante encontrar en Quevedo poemas amorosos de una fuerza extraordinaria. Sin duda tuvo que saber mucho de pasión  el poeta capaz de escribir el más impresionante soneto amoroso de nuestra literatura:

Cerrar podrá mis ojos la postrera

Sombra que me llevare el blanco día…

Y que culmina con esas palabras eternas:

Polvo serán, más polvo enamorado…

No se puede decir más con menos. Conceptismo puro y emoción.

No podemos tampoco olvidar la poesía satírica de Quevedo, llena de fuerza, mordaz ironía y libertad de expresión que no evita lo escatológico. Podemos recordar sus desmitificadores poemas mitológicos, así como sus irónicas letrillas: Poderoso caballero / es Don Dinero, Bien puede ser/ no puede ser, etc. etc.

Dedicaremos finalmente unas líneas  a Félix Lope de Vega y Carpio, poeta y dramaturgo, escritor prolífico y de éxito, hombre inteligente y mujeriego, sincero en su arrepentimiento y en sus caídas, prodigioso trabajador del verso. Todas sus obras teatrales y sus novelas están salpicadas de pequeños o grandes poemas, con frecuencia de resonancia popular. Es oportuno recordar aquí que su drama “El caballero de Olmedo” tiene su origen en un cantarcillo de la época que reflejaba un suceso real y que el poeta supo recrear:

Que de noche le mataron / al caballero/ la gala de Medina/ la flor de Olmedo.

En su juventud especialmente escribió numerosos romances, en los que con ropaje morisco o popular nos cuenta sus amores:

Mira Zaide que te aviso/ que no pases por mi calle/ ni hables con mis mujeres/ ni con mis criados trates…

Hortelano era Belardo/ en las huertas de Valencia…

De pechos sobre una torre/ que las mar combate y cerca…

El amor es su tema favorito;”esto es amor, quien lo probó lo sabe”, de sus Rimas humanas. A veces no falta el humor “Eres hircana tigre, hermosa Juana/mas ¡ay! que aun para tigre no era buena/ pues siendo de Madrid no fuera hircana”.

Destaca la serie de sonetos dedicados a Elena bajo la forma de un ternerillo:

Suelta mi manso, mayoral extraño

Hermoso manso mío, que viniste…

Pulsó Lope también la tecla sincera y emocionada del amor divino, especialmente del arrepentimiento:

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?

Y la de la verdadera fe y piedad en sus últimos tiempos, cuando se ordenó sacerdote con la probablemente sincera intención de cambiar de vida:

Cuando en mis manos, Rey Eterno, os miro

Y la cándida víctima levanto,

De mi atrevida indignidad me espanto

Y la piedad de vuestro pecho admiro…

Diré para terminar que el amor paternal de Lope de Vega dio origen a su sentido recuerdo poético a su pequeño Carlos Félix, muerto en la niñez, recordado como un niño encantador

¡Ah, con qué divinos pájaros ahora

Carlos, jugáis…!”

Y sus extraordinarios “Pastores de Belén” lleno de la emoción de la Navidad.

En fin, Lope de Vega poeta, con su difícil facilidad, su versatilidad y excelencia, siempre en la plenitud de sus recursos y registros.

No en vano se llama a este siglo uno de los de Oro de la literatura española.

domingo, 16 de febrero de 2014

EL QUIJOTE DE MIGUEL DE CERVANTES


 

 
 Dicen que las grandes obras de arte se caracterizan por permitir múltiples modos de acceso, y presentar diversos niveles de significación. Quizá sea esta la razón  de que no haya una forma “canónica” de abordar la obra maestra de la literatura española, el Quijote. Esto que puede parecer una dificultad, constituye, sin embargo un aliciente, ya que da la posibilidad de un intento de acercamiento personal, uno entre tantos posibles.

   Empezaremos, pues, por acercarnos a su autor, Miguel de Cervantes. Sabemos que “El Quijote” es obra de su madurez, cercana ya la vejez. Antes había dedicado sus esfuerzos a tareas menos intelectuales, como soldado y funcionario .Nacido en 1547 en Alcalá de Henares, estudió en Madrid con López de Hoyos, y marchó muy joven a Italia donde descubrió las maravillas del Renacimiento. Enrolado en la escuadra española luchó en Lepanto, donde le produjeron heridas graves en un brazo.

 Fue hecho prisionero por piratas turcos cuando regresaba a España, y pasó 5 terribles años en Argel, de donde fue rescatado por los frailes Trinitarios. Una vez en Madrid, se casó con una joven de Esquivias, Catalina de Salazar. Intentó abrirse camino en el teatro, pero no tuvo éxito. Había publicado una novela pastoril, La Galatea. Comenzó a viajar por la Mancha y Andalucía comisionado para aprovisionar a la irónicamente llamada Armada invencible.

En 1605 publicó la primera parte de las “Aventuras del ingenioso hidalgo don Quijote Mancha”. El éxito fue notable, y la imprenta madrileña de Juan de la Cuesta hizo en  unos  meses tres ediciones más. Pronto abundaron las ediciones (16 en un año), y las traducciones al inglés y al francés.

En los 10 años que separan la publicación de la 1ª y la 2ª parte, Cervantes publicó sus obras de teatro, las Novelas ejemplares, los entremeses, el Viaje del Parnaso y los Trabajos de Persiles y Segismunda, que completó “puesto ya el pie en el estribo”. Además, en este tiempo, apareció un Quijote apócrifo, una segunda parte de su historia firmada por un tal Fernández de Avellaneda, lo que le obligó a apresurar la culminación de su “verdadero” Don Quijote, que apareció en 1616. Un año después moría en Valladolid el genial autor.

Es de todos sabido que “El Quijote” nos cuenta el transcurso del último verano de la vida  de un hidalgo manchego, don Alonso Quijano, loco-cuerdo por culpa de las novelas de caballerías  de las que tiene lleno el cerebro, y que con una edad ya más que madura decide salir como caballero  andante a buscar aventuras por esos mundos de Dios. En la 1ª parte recorre la Mancha , llegando hasta la Sierra Morena, límite de Andalucía. En la segunda pasa por Aragón y llega hasta Barcelona, volviendo vencido a su patria chica, un pueblo manchego del que no se nos dice el nombre (del que el autor “no quiere acordarse”), y que algunos identifican con Argamasilla de Alba, cerca del Toboso.

Se han comparado mucho las dos partes, llegándose a afirmar que la segunda es mejor que la primera. El diálogo es quizá más jugoso, y las historias secundarias están mejor entretejidas con la principal. Pero es difícil hacer este tipo de comparaciones. Lo cierto es que la estructura de ambas es parecida.

En ambas partes hay unos capítulos que podríamos llamar introductorios. En la 1ª se le llama a veces “la novelita”, y llega hasta el capítulo 7. Se nos presenta al personaje, y se nos narra su primera salida, su primera vuelta a casa y la moraleja: la quema de gran parte de su biblioteca por sus amigos el cura y el barbero y la entusiasta participación de la sobrina y el ama. Algunos piensan que quizá el Quijote fue concebido como una novela corta sobre la base del anónimo “entremés de los romances”, y que la gran decisión de Cervantes fue la de continuar el tema que le crece entre las manos, en especial desde que aparece Sancho Panza.

La segunda parte se inicia enlazando con la primera de un modo muy ingenioso. A pesar de que sólo ha pasado un mes, se supone que ha salido el libro de las primeras andanzas de don   Quijote, y muchos lo han leído. En estos primeros capítulos aparece un nuevo personaje, Sansón Carrasco, el estudiante socarrón que arbitra un disparatado modo de hacer volver a casa al caballero. Aquí estará el detonante de las nuevas aventuras

A la introducción sigue un buen número de capítulos que podríamos llamar de aventuras en el camino. En el caso de la primera parte estarían los molinos de viento, los rebaños, la venta, los galeotes… en la segunda la de las aldeanas en sus burros, la del caballero del verde gabán, la cueva de Montesinos, etc.

A este período de aventuras va a seguir una etapa que podríamos llamar novelesca o cortesana. La acción en la primera parte se detiene en la Venta de Palomeque el Zurdo. En la segunda, en el Palacio de los Duques. Aquí entrarán numerosos personajes: Dorotea, Cardenio, doña Clara, Altisidora  y muchos más, que ponen en primer término sus aventuras e historias, mezclándolas con la de don Quijote.

Hay en la segunda parte una etapa que podríamos  calificar de impar o Avellanesca: en efecto, a partir del capítulo 57 Cervantes parece enterarse de la existencia del Quijote apócrifo, y emplea todo su ingenio indignado para protestar por el plagio de sus personajes, dejando que sean ellos mismos los que defiendan su identidad. Esta defensa culminará en el Prólogo de la 2ª parte, en el cual, con elegancia, se defiende de su plagiario. “No he podido dejar de sentir que me note de viejo y manco”…dice. Y  añade “…y si lo dice por quien parece que lo dice, se equivoca de todo en todo, pues del tal adoro las obras y la ocupación continua y virtuosa”. La alusión a Lope de Vega es transparente.

 

Ambas partes terminan con una vuelta a casa: la primera “encantado” en una jaula sobre una carreta tirada por pacientes bueyes. La segunda es la vuelta definitiva, pues la muerte espera al caballero. Cervantes no quiere que nadie le pueda robar de nuevo al personaje. La muerte va precedida de la cordura y la repulsa a las locuras pasadas. Es lógico, Cervantes no podía dejar morir loco a su caballero: sería demasiado cruel.

Por lo que respecta a las historias interpoladas, debemos decir que abarcan casi todo el espectro de las novelas de la época. En efecto: tenemos una novela pastoril, la de Crisóstomo y Marcela; Una cortesana, la de El curioso impertinente; una morisca, la de El capitán cautivo; varias sentimentales, como las de Dorotea y Cardenio, la de doña Clara y el mozo de mulas, etc. Encontramos rastros de novela picaresca en el episodio de los galeotes, en especial con Ginés de Pasamonte, y abundantes facecias y cuentos populares, como el del rebuzno y los de la Ínsula Barataria durante el gobierno de Sancho. Y muchos más.

También recoge el Quijote extraordinarios ejemplos de discursos oratorios, casi todos puestos en boca de don Quijote. Destacaremos el de la Edad de Oro que el caballero “endilgó” a unos atónitos cabreros; el de las armas y las letras y el de la caballería andante pronunciado ente la mesa de los Duques.

El Quijote presenta una inmensa galería de personajes, más de 500. Entre ellos hay unas 50 mujeres, entre las que destacan la pobre y fea Maritornes, criada de la venta, la lista Dorotea, la dueña tonta, la coqueta Altisidora. Pero sobre todas está Dulcinea del Toboso, la Princesa de la Mancha, que siempre está presente y jamás aparece. Es una creación de la febril mente del caballero, basada en el recuerdo de una moza del Toboso, Aldonza Lorenzo, que le gustó tiempo ha. Sobre ese recuerdo Don Quijote ha volcado su imaginación ahormada en las damas idealizadas de los libros de caballerías. La ingenua fe de Sancho en la existencia de Dulcinea, así como su pillería para convertirla en una labradora montada en un burro, o ahechando trigo en su corral, crean situaciones hilarantes. Pero quizá lo más divertido sea el tema que recorre la segunda parte del “encantamiento” de Dulcinea, que Sancho deberá remediar con sus azotes.

En cuanto a los demás personajes, pertenecen a diversas clases sociales: aristócratas, como los Duques; hidalgos, como el Caballero del Verde Gabán; eclesiásticos, labradores ricos, y, sobre todo, pueblo: aldeanos, cabreros, soldados, muleros, criadas, etc. Todo el mundo abigarrado de la España de fines del XVI aparece en sus páginas.

Pero son Don Quijote y Sancho quienes representan dos maneras universales de ser y de vivir. Don Quijote representa al hombre de firmes convicciones, austero, honesto, honorable y culto. La realidad diaria y mostrenca tiene poca importancia para él, que tiene el mundo en su mente y sabe lo que conviene. Idealismo y heroísmo son su alimento cotidiano, así como una fe honda. Hay en él un fondo de bondad que le hace generoso, y también una obcecación que lo hace airado. Su fe, su patriotismo, su hondo sentido de la justicia podrían determinar los rasgos de un hombre cabal, pero se distorsionan por su obcecada y ciega creencia en la realidad de los mundos caballerescos de los que se ha nutrido su fantasía y que le han abocado a la locura.

Sancho Panza, en cambio, nada tiene de loco. Es un labrador analfabeto, padre de familia, cazurro y realista, listo y lleno de una sabiduría popular que se expresa en refranes y reflexiones llenas de sentido común y también de vulgaridad.

A ambos les une un sincero afecto mutuo, lleno de respeto e incluso de admiración, aunque cada uno en su sitio. Su relación es eminentemente dialógica, y precisamente es la expresión de este diálogo lo que hace inolvidable e irrepetible la lectura del Quijote.

Si la lengua castellana se llama “la lengua de Cervantes”, es porque sin duda el Quijote es una obra de arte del lenguaje. Cervantes domina la frase larga, bien construida, natural, siempre transparente y con frecuencia cargada de ironía bienhumorada. El humor del Quijote es siempre benevolente. Cada ser humano es aceptado en su ser más hondo, comprendido también en su debilidad o ridiculez.

Quizá tan sólo los Duques son retratados con frialdad y falta de intimidad, ya que representan a los poderosos que se aprovechan de su posición para burlarse de alguien que en verdad no merece burla, sino admiración compasiva.

Dice Ángel Rosenblat en su estudio acerca de la lengua del Quijote, que la figura retórica más abundante en el libro es la antítesis. Y que esta continua contraposición de ideas y conceptos es la base del “perspectivismo” del Quijote. Cervantes nos viene a decir que la verdad es la verdad, pero que cada cual la ve desde su punto de vista. Lo que para uno es motivo de risa, a otro causa pena.

Sancho cree que Don Quijote debe pagarle un sueldo al mes. (“Quiero saber lo que gano”).Don Quijote cree que Sancho debe ir a resultas de las ganancias que el destino les depare, como han hecho todos los escuderos de los caballeros andantes, que han llegado a reyes. Se crea entre ellos una sabrosa discusión. Ambos tienen su razón.

¿Cómo interpretar el sentido del Quijote? Sin duda es una andanada contra los libros de caballerías. Pero es mucho más. A lo largo del tiempo ha sido interpretado de diversas maneras. En el siglo XVII se vio una obra de risa. Los grabados de la época reflejan siempre los disparates de don Quijote y sus fracasos. La época romántica lo vio como el héroe que triunfa en el fracaso. En el siglo XIX se le identificó con el ser de España, la nación empeñada en heroicos proyectos que no son sino fracasos. Lord  Byron dijo que “El Quijote es un gran libro que mató a un gran pueblo”.

¿Qué quiso decir realmente Cervantes? Unamuno sostuvo que Cervantes no supo lo que decía. Su creación es superior a él mismo. Paradojas unamunianas aparte, ¿qué quiere decir?¿Quizá que el que se empeña en seguir sus ideales es sólo un loco abocado al fracaso? Entonces, ¿Por qué Don Quijote despierta nuestra admiración?¿Realmente fracasa o representa el triunfo del espíritu sobre la materia?¿Qué significa el hecho de que sea un loco-cuerdo?¿Qué significa su victoria sobre sí mismo en la playa de Barcelona?.

Pienso que la dificultad de responder de manera unívoca a estas cuestiones es la razón del  éxito de este libro. En realidad, estas no son preguntas para un personaje, sino para una persona, o, si se quiere, para un pueblo. El pueblo español lleva siglos preguntándose estas cosas, y aún no tenemos respuesta.

El Quijote ha sido la primera novela moderna porque su autor se permite toda clase de libertades en cuanto a la construcción. Especialmente interesante es todo lo referente a la verosimilitud, basada en la ilusión de que nos están narrando hechos reales que algunos historiadores recogieron y que el moderno autor reproduce. La presencia de un “autor primitivo” arábigo, Cide Hamete Benengeli, puntual historiador, y la del traductor al castellano, permite al supuesto “tercer autor” introducir comentarios distanciadores acerca de la verosimilitud de los narrado. Este espejo de ironía crea un sorprendente juego que permite a Cervantes entrar en lo que narra y presumir de precisión, atribuyendo a otro los fallos.

Especialmente interesantes son los quiebros de la narración que contradicen al Quijote apócrifo, y que convierten a Don Quijote en el primer defensor de sí mismo. Puesto que Avellaneda le llevaba en la segunda parte a Zaragoza, no va allí nuestro hidalgo, sino a Barcelona.”Yo sé quién soy”, dirá él.

De esta manera Cervantes ha creado dos caracteres inolvidables, reconocidos en todas partes como tipos humanos universales. El Quijote está lleno de un profundo sentido de la libertad y de la dignidad del ser humano, y eso todos lo advierten.

Sería imposible citar de memoria ni siquiera una pequeña parte de la bibliografía que el Quijote ha suscitado. Tan sólo quiero recordar la admiración que despertó en los ilustrados y Románticos, especialmente en Larra, y en la Generación del 98. Azorín escribió “La ruta de Don Quijote “y “Castilla”. Unamuno su “Don Quijote, Don Juan y la Celestina”. Tuvo importancia el libro de Rosales sobre “El Quijote y la libertad”, el de Casalduero, los de Morón Arroyo, el de Torrente Ballester sobre el humor en el Quijote, el de Riley sobre el perspectivismo del Quijote y la Edición Crítica de Francisco Rico. Sigue vigente el de Ángel Rosenblat sobre la lengua.

La bibliografía sobre el quijote es un mar sin orillas, y probablemente lo seguirá siendo, ya que presenta tantos atractivos y preguntas que todos quieren aportar su granito de arena.

 

 

 

jueves, 13 de febrero de 2014

EL MESTER DE CLERECÍA. GONZALO DE BERCEO.


 


Llamamos Mester de Clerecía a un conjunto de obras literarias de carácter erudito cuyas primeras manifestaciones se dieron en el siglo XIII y continuaron a lo largo del siglo XIV.

La palabra “mester” deriva de “ministerium”, y significa oficio. Pero, en contraste con el oficio de juglares, este va a ser oficio de clérigos, que en sentido estricto se refiere a los sacerdotes y religiosos, pero aquí adopta el sentido amplio de hombre caracterizado por su saber intelectual.

Es sabido que en la Alta Edad Media el saber se refugia en los monasterios, con sus bibliotecas y scriptorios. Pero el clérigo también pone su saber al servicio del pueblo, mediante la predicación y la escritura, además de la enseñanza.

El latín fue la lengua propia de la clerecía hasta el siglo XIII, pero la lengua romance había madurado en los siglos XI y XII , en parte gracias al mester de juglaría. A imitación de los juglares, algunos clérigos inician una poesía de intención culta, de fin didáctico. Es una poesía ceñida a la autoridad, a la letra escrita:

Año y medio sovo en la ermitañía

Dizlo la scriptura, ca yo non lo sabía

Quando non lo leyesse decir non lo querría.

(Berceo)

Los autores sienten con orgullo esta superioridad de su fidelidad a la letra:

Mester trago fermoso, non es de joglaría

Mester es sen pecado, ca es de clerezía

(Libro de Alexandre)

Sin embargo, a veces el clérigo se sentirá también juglar y dirá de su trabajo:

Bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino.

(Berceo)

El mester de clerecía trata temas religiosos y también seculares. Con frecuencia se inspira en la literatura y la historia clásicas. Su objetivo es poner “en román paladino”, historias escritas en latín, aunque no traduce, sino que crea a partir de textos latinos.

Es esencial al arte de clerecía la utilización de un riguroso isosilabismo y de una estrofa fija en número de versos y de rima. Ellos lo llaman

Fablar curso rimado por la cuaderna vía

A sílabas cuntadas, ca es gran maestría.

(Libro de Alexandre)

 

 Los versos son alejandrinos (nombre que procede de su empleo en la obra más conocida de la clerecía francesa, el Roman d’Aleixandre),divididos por una cesura en dos hemistiquios de 7 sílabas; se trata de una forma métrica muy equilibrada, especialmente apta para el carácter narrativo y didáctico de las obras, pues posee la amplitud suficiente para que el autor pueda desarrollar su narración y sus comentarios.

De forma excepcional el mester de clerecía utiliza también versos de 7 y 8 sílabas.

GONZALO DE BERCEO

Se trata del primer poeta español cuyo nombre conozcamos. Nació a finales del siglo XII en la aldea de Berceo, diócesis de Calahorra, en la Rioja, donde está la cuna de la lengua castellana. Se educó en el monasterio benedictino de San Millán de la Cogolla, donde vivió como clérigo secular.

               En sant Millán criado, en la su merçed seo.

Debió de morir bastante viejo. Por escrituras notariales sabemos que vivía aún en 1264.Los que hemos pasado por San Millán de Suso, podemos imaginar a Berceo escribiendo en su “portaleio”:

               De esta santa virgen romanzar su dictado…

Berceo no inventa, divulga, vulgariza. Hace alusión al libro que toma como modelo, no oculta que traduce. A  veces confiesa que ignora un dato que el libro no le da, o que se lee mal:

El nombre de la madre decir non lo sabría

Commo non fue scripto non lo devinaría…

 

              Ca era mala letra, en cerrado latino

Entender non lo pudi…

 

De qual guisa salió decir non lo sabría

Ca fallesció el libro en que lo aprendía

Perdiose un quaderno, mas non por culpa mía

Escribir a ventura sería gran folía…

 

La falta de originalidad temática no rebaja la personalidad de Berceo como poeta, ya que sabe modificar el texto adaptándolo al pueblo sencillo que le escucha: gentes del entorno, peregrinos a Santo Domingo, amigos, monjes, parroquianos…Berceo se propone dar sabor de cosa próxima y vivida a lo que cuenta. Se esfuerza por ser gráfico y familiar. Hace comparaciones con la vida de los labriegos y artesanos; cita refranes, utensilios domésticos, modos de hablar…

  Yo la vi, asy vea la faz del Criador…

…Commo por mis oreias las oí yo tanner

Su presencia física es constante: él es el recitador que mantiene la atenc ión de todos:

Cambiemos la materia, en otro son cantemos…

A veces supone a sus oyentes impresionados, o cansados:

…su muerte non vos duela, ca bien la merescía

 Non querré, si podiere, la razón alongar

 Ca vos avriedes tedio, io podríe pecar

Todas estas llamadas al oyente nos revelan la fusión entre clerecía y juglaría.

Su incomparable acierto es encontrar la palabra precisa y ponerla, limpiamente, en el lugar adecuado. Sus comparaciones y metáforas son bellísimas

Reýna de los cielos, madre del pan de trigo…

Derramáronse todos como una neblina…

Más blancas que las nieves que no son coçeadas…